INTO THE EXPLORATION

Bienvenido seas, lector.
Cada día que pasa es un nuevo comenzar. Lo que ayer impactó en nuestras vidas hoy ya no es nuevo pues hoy impactará una realidad distinta a la del ayer, de modo que podría cambiar el rumbo de nuestros destinos e incluso cambiar emprender un viaje que jamás planeamos. Este nuevo despertar nos abre hacia un mundo distinto al de ayer y nos provee de acuerdo a nuestras necesidades. La del escritor la de abrir nuevas puertas con hechos en nuestra realidad de modo que podamos percibirlas, tomarlas prestadas y darles la forma desde la más maravillosa y extraordinaria hasta la más funesta y lúgubre, de acuerdo al mensaje que el escritor quiere transmitir, o no. Qué disfruten este espacio, queridos lectores.

lunes, 19 de febrero de 2018

El Lago De Todas Las Penas

No había nada que a Bruno le motivara luego de su estadía en Banderleng; un pequeño campo alejado de la ciudad al que Bruno y su familia solían ir para relajar la mente, el cuerpo y a veces para tomar distancia del ruidoso gentío de Cleighton Cark. Había planeado todo el año realizar un viaje a Bahía de los Santos, una pequeña ciudad ubicada al oeste del país. En Bahía, Bruno tenía un primo hermano quien hacía mucho se había independizado. Siempre que Bruno consideraba que necesitaba tomarse un "descanso de su familia" se iba a Bahía a casa de su primo pues su primo trabajaba la mayor parte del tiempo y en los momento en los que estaban juntos, su primo resultaba ser muy poco comunicativo e introvertido. Bruno había bautizado la casa de su primo como "el refugio" ya que era el ùnico sitio donde se sentìa a gusto para reencontrarse consigo mismo y con un poco de paz sin tener que seguir una conversación con interés fingido o responder a incómodas y triviales preguntas que no venían al caso.

 -¡Hola, Simón!- saludó Bruno a su primo cuando éste le abrió la puerta de su casa.

 - !Hola, primo!- devolvió Simón el saludo.-Llegaste antes de lo previsto.

 -Tomé un taxi desde la terminal hasta acá. Me pudre tener que andar en colectivo. Y además odio ir todo apretujado con los bolsos y a la gente que te empuja, te eructa en la cara, te escupe al  estornudar o no se tapa la boca cuando bosteza.

- Está bien. Pasá. ¡Bienvenido!- dijo Simón. -Te ayudo con el bolso.

-No, no pasa nada. Está liviano. Además vine con lo justo para unos días nomás. No quiero ser una carga para vos.

-Pero no sos ninguna carga, che.- protestó su primo un poco irritado por el comentario.- ¡Somos familia, no?

-Asá parece. ¡Te molesta si uso la habitación de siempre?

-Toda tuya.

-¡Joya!

Bruno tiró la maleta en un rincón de la pequeña habitación de huéspedes, se recostó en la cama boca arriba  y cerró los ojos por un instante, La habitación olía a encierro y humedad. Seguramente Simón no abriría nunca las ventanas para ventilar la habitación, no tendría tiempo para hacerlo o ganas. Bruno se quedó dormido en cuestión de segundos. Una leve sonrisa se asomó por la comisura de su boca; estaba soñando. Su mejor amigo, Juan Pablo Hüssen, estaba guardado los útiles en su mochila porque había tocado el timbre de salida. Por alguna razón, Bruno estaba ubicado en el fondo de la sala alejado de su mejor amigo. Lo más extraño fue que hacía diez años Bruno había terminado la secundaria y que a Juan Pablo lo había conocido en la universidad cuando ambos estaban haciendo su licenciatura en Química. Ambos se llevaron muy bien desde el primer día de clase y desde entonces hacían todo juntos; desde salir a una discoteca, ir al centro de la ciudad, ir a la iglesia, hasta preparar los exámenes finales. Pero en el sueño, más de allá de que eran amigos (como alguna vez lo fueron también), su amigo se había limitado a guardar sus útiles y marcharse sin esperarlo a él, a su mejor amigo, a Bruno. Bruno intentó alcanzarlo pero Juan Pablo caminaba dando largas zancadas y la ola de estudiantes dispersos bloqueaban el camino hacia la salida que le impedía alcanzar a su amigo. A Bruno le dio un vuelco el corazón. ¿Había sentido ganas de llorar? Ahhh.... es que Juan Pablo ya no tenía tiempo para trivialidades como su amistad con Bruno.  Su amigo se perdió entre el gentío rápidamente al tiempo que Bruno quedó parado cerca de la baranda que daba hacia la planta baja, atónito y con un hilo de lágrima a punto de deslizarse por la mejilla. ¿Por qué su amigo estaba actuando con tanta indiferencia?

Bruno despertó sobresaltado. Estaba bañado en sudor y su corazón latía a un ritmo ligeramente peligroso como si se fuera a detener en cualquier momento de tanta fuerza al latir. Miró el reloj de la mesita de luz y éste marcaba las seis y media de la tarde. Se incorporó rápidamente de la cama y se metió al baño a enjuagarse la cara. Por un momento se miró en el gastado espejo que colgaba de un clavo en la pared. Miró cada centímetro de su cuerpo y, cuando su mirada se encontró con la del sujeto que lo miraba del otro lado del espejo, se quedó inerte un minuto. En su cabeza aún aparecía su amigo escabulléndose entre la muchedumbre sin él. ¿Por qué ahora? ¿Por qué Juan Pablo? Hacía ocho años que no se veían ni que Bruno sabía nada de la vida del muchacho excepto que se había ido a vivir con su novia y que no recordaba su nombre.
Golpeó con fuerza la pared; sus nudillos quedaron morados. No sintió el dolor del impacto de su puño contra la pared hasta que su cólera apenas disminuyó. Su primo le golpeó la puerta para preguntarle si se encontraba bien y Bruno le dijo que se habían caído al piso un par de sus pertenencias de higiene y que no era nada. Su primo no insistió y se marchó.

- CALMATE, BRUNO. CALMATE PUTO PERDEDOR- se gritó así mismo, ahora disminuyendo un poco la voz para que llamar la atención de su primo pero, no obstante una voz colérico llena de ira y tristeza se desprendía de su boca.- Vos sabías que sos un asco teniendo amigos. Vos sabías que el idiota de Juan Pablo se "idiotizaría" antes la primer falda que se fijara en él. Así son las personas. Y si pensaste que tu "amiguito" era una excepción, le erraste feo, campeón. Horriblemente feo. Tu amigo cambió tu amistad por esa imbécil y ahora vos sos la sobra y el último recurso de quienes tengan ganas de usarte cuando tengan ganas.....

Se interrumpió. Él sabía que cuando la lluvia de improperios se desataba era difícil pararla. Se detuvo un momento y lo pensó dos veces. Se miró al espejo, se lavó la cara de nuevo y notó cómo la furia en su rostro se enmarcaba en sus mejillas y ojos. Su labios temblaban pero estaba decidido a no ceder a su rabia y a los improperios que tenía en la punta de la lengua pero que había decidido ahogar, al menos por el momento. A continuación, Bruno salió del baño, se metió en la habitación de huéspedes de su primo, tomó un sweater y salió a paso veloz.
-Ya vengo- le dijo a su primo.

-Ok- respondió éste que estaba en el comedor leyendo un cómics de Spider-Man.

La iglesia la que se dirigía Bruno quedaba a unos veinticinco minutos de casa de su primo. No era suficiente pero era un breve tiempo que tendría para estar a solas consigo mismo mientras pensaba y miraba a la naturaleza que lo mentenía calmo y alejado de sus truculentos pensamientos.
 Bruno no era muy practicante; no le gustaba ir mucho ala iglesia aunque él se consideraba católico. En muchas ocasiones cuando se sentía colérico como estaba o embargado por una de sus profundas tristezas, iba a la iglesia. Ahí había silencio y encontraba la paz que no encontraba en ninguna otra parte. Se sentó en uno de los bancos al fondo de la pequeña iglesia y se dejó llevar.....
Sintió algo parecido al alivio, paz y ganas de llorar, todo al mismo tiempo. Contempló una de las estatuas de la Virgen María sosteniendo a Jesús niño y una lágrima se deslizó por su mejilla.
"Sosteneme, madre. Sosteneme como a tu hijo Jesùs. Este mundo no me gusta" pensò.
 A continuación, un joven sacerdote se le acercó y le preguntó a Bruno si podía sentarse junto a él. Bruno reconoció que era el párroco de la iglesia por la vestimenta.

-Adelante, padre. Siéntese.
El sacerdote (que no debía de tener más de treinta años, según el cálculo de Bruno) se sentó junto a muchacho.

- Nuestro padre siempre tendrá un lugar para nosotros- le dijo el padre. Su voz transmitía paz y serenidad; era como si de la boca del joven saliera un canto.

-Sì, le agradezco mucho sus palabras.

La voz de Bruno salió cortante y fría de su boca. Se puso de pie dispuesto a marcharse aunque el joven sacerdote lo interceptó con unas palabras que a Bruno le tocaron el alma.

"No es un pecado llorar. Cuando vos llorás, él llora con vos. Cuando vos sufrís, él sufre con vos. Pero nunca padeces una tormenta sólo. Nunca sin él"

-Es usted muy amable pero no tengo ganas de conversar.

-A veces es bueno conversar, muchacho. ¿Cómo te llamás?

-Bruno.

-No sos de acá, ¿no?

-No.

-Me parecía. Nunca te había visto antes.

-De todas formas ya me voy. No le quiero hacer perder el tiempo.

-Conversar no es perder el tiempo- dijo el cura- Es como cuando vacías un recipiente porque está lleno. Verás, cuando cargas un recipiente con agua que ya está lleno, el agua empieza a caerse por los costado porque es recipiente ya no puede recibir más agua de la que tiene. Piensa que nuestro cuerpo es como un recipiente y que las penas, tristezas y dolores que llevamos a veces llenan todo nuestro cuerpo y cuando nuestro cuerpo no puede recibir más emociones, nos enfermamos, estamos decaídos, no tenemos ganas de vivir o simplemente nos abandonamos.

 Bruno no quería llorar. Odiaba llorar delante de otras personas y más si éstas eran completos desconocidos. Pero no pudo evitarlo. Ya no más. No estaba muy lejos de quebrarse antes de que el joven cura se acercara. Y las palabras que éste emitió no fueron más que el detonante para soltar el torbellino de emociones que llevaba tiempo reprimiendo.

- Está bien, Bruno- dijo el sacerdote con calma- dejate invadir. Soltá esa pena que te abruma, hijo. Dejala ir...

No fue necesario que el joven cura terminara de decir lo que se proponía transmitirle a Bruno pues dos hilos de lágrimas se deslizaban por sus mejillas coloradas. Bruno agachó la cabeza y ya no lo resistió más. Era en vano seguir conteniendo lo incontenible. La respiración se le dificultaba por lo que, no fue él sino su propio impulso y orgullo, los que decidieron ceder por fin. Bruno lloraba a moco tendido. El joven sacerdote le dio una palmadita en la espalda y a continuación le dijo:

- No es el momento aún.

Bruno levantó la cabeza y miró al sacerdote atónito. Estaba pasmado ante aquel comentario tan ilógico y superfluo. ¿A qué se refería con "no es el momento aún? ¿Acaso el cura pensaba que Bruno seguiría huyendo? Entonces, al fin lo comprendió. Sabía a qué se refería exactamente.

-Gracias por escucharme, padre. Pero debo marcharme ahora.

Bruno se enjugó las lágrimas con la manga de su remera y salió a paso veloz por la puerta principal de la pequeña iglesia. Camino casi un kilómetro llorando y gritando insultos al aire. El eco de su voz se reproducía una y otra vez dejando en claro que aquello no era un sueño ni lo estaba imaginando. Bruno estaba sólo, gritando, insultando y cediendo ante su cólera. Siguió caminando y entonces se detuvo cuando vio un pequeño lago. Bruno se quitó las zapatillas y las tiró sin darle importancia. Se acercó poco a poco a la orilla del pequeño lago y fue cuando las palabras del joven sacerdote se hacían eco en su memoria.
 "NO ES EL MOMENTO AÚN"

Se enjugó el rostro una vez más con la otra manga de su remera que aún estaba seca y limpia. Se dejó llevar por la paz de aquellas aguas quietas que lo aguardaban afablemente. Se adentró con sigilo más y más conforme se convencía que la decisión que había tomado hace varios días era una completa locura y no era más que el resultado de un impulso y una decisión mal tomada.

- "No es el momento aún" repitió el muchacho. Se adentró cada vez más a las profundidades del pequeño lago y se dejó envolver por sus calmadas aguas. Salió hasta la superficie y se escurrió el agua que le chorreaba por sus cabellos. Miró hacia arriba y contempló un cielo limpio y efusivo.

"NO ES EL MOMENTO AÚN" "NO ES EL MOMENTO AÚN" "NO ES EL MOMENTO AÚN"

-Entonces no lo es- se dijo así mismo y consideró una vez más la decisión que había tomado.

Iban a persuadirlo. Iban a decirle que sólo quería llamar la atención. Iban a tratarlo de loco. O quizá iban a seguirlo adonde fuera que decidiera ir quitándole su privacidad. No podía dar ni una señal de lo que se proponía hacer. Por eso había huido. Para estar a sus anchas a solas con su decisión tomada.
Pero no era así cómo debía ser. No era el momento ni el modo. Bruno había cambiado de idea y decidido que lo mejor era dejar que el curso del tiempo lo condujera a él y no él al tiempo. Pero bajo ninguna circunstancia, Bruno hablaría sobre la decisión que había tomado. Bruno quería suicidarse en el mar.



"LA ESPERANZA ES COMO LA LLAMA DE UNA VELA.   SI NO LA CUIDAS, SE PUEDE APAGAR. Y SI SE APAGA, SÓLO HABRÁ OSCURIDAD"


Narrativa Argentina 2018


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" La palabra es la traducción literaria del pensamiento"