INTO THE EXPLORATION

Bienvenido seas, lector.
Cada día que pasa es un nuevo comenzar. Lo que ayer impactó en nuestras vidas hoy ya no es nuevo pues hoy impactará una realidad distinta a la del ayer, de modo que podría cambiar el rumbo de nuestros destinos e incluso cambiar emprender un viaje que jamás planeamos. Este nuevo despertar nos abre hacia un mundo distinto al de ayer y nos provee de acuerdo a nuestras necesidades. La del escritor la de abrir nuevas puertas con hechos en nuestra realidad de modo que podamos percibirlas, tomarlas prestadas y darles la forma desde la más maravillosa y extraordinaria hasta la más funesta y lúgubre, de acuerdo al mensaje que el escritor quiere transmitir, o no. Qué disfruten este espacio, queridos lectores.

martes, 23 de julio de 2013

Relato de un Alma en Pena (parte 2)

RECUERDA QUE ESTA ES LA SEGUNDA PARTE DEL CUENTO ANTERIOR QUE SE TITULA "Relato de un alma en pena" EN ESTE ESCRITO ARRIBAREMOS AL FINAL DE ESTA TRAGEDIA ACONTECIDA A DOS JOVENES ESTUDIANTES... MAGDALENA Y ADAM

Era demasiado temprano cuando desperté y vi la tenue luz de lo que sería más tarde un amanecer resplandeciente y perfecto. Miré de reojo el reloj que reposaba en la mesita de luz pero estaba tan distraída que no recuerdo la hora exacta que las agujas marcaban. Sentía un fuerte dolor en el pecho como si el corazón fuese a salirse de su sitio.  Estaba abatida. No tenía fuerzas para poner un pie fuera de la cama. Mucho menos para pensar en que debía vencer esa depresión abrumadora, pues hoy sepultaría a mi prometido, Adam.  Me senté sobre la cama y sin pensarlo me incorporé abandonando mi lecho de tristeza. Pero la pena y el dolor se apoderaron de mi y volví a caer sobre la cama, desesperanzada y llorando.
<< Te extraño mucho, querido>> pensé mientras comenzaba lo que yo ya llamaba “luto”     
Los pensamientos de aquel trágico y nefasto accidente no hacían más que apabullarme cada vez que intentaba incorporarme. Tenía que hacerlo. Tenía que levantarme. Tenía que despedirme de él. Para siempre.
<<tenía que despedirme de él>>
Esas palabras fortalecieron mi espíritu de modo que me incorporé poniendo la mente en blanco sin dejar que ningún recuerdo o pena me abatiera de nuevo. Sin embargo, era muy difícil no llorar o emitir algún gemido que otro.  HABÍA PERDIDO A UN SER QUERIDO.
Miré otra vez el reloj y éste marcaba las siete y media. A las nueve me despediría de mi Adam así que me apresuré y me dirigí al tocador. Le eché un vistazo al espejo y vi no más que la figura de una joven de veinticuatro años con el rostro demacrado de dolor. Tenía los ojos hinchados e imaginé que se debía al llanto. Verme  de esa manera no hizo otra cosa que deprimirme más. Las agujas del reloj seguían moviéndose sin pena alguna así que me apresuré más; me puse la vestimenta adecuada para la ocasión y salí con paso veloz por la puerta dirigiéndome al cementerio.
Cuando arribé allí, el gentío estaba diseminado alrededor del ataúd en donde estaban los restos de mi amado. El féretro permaneció media hora en la entrada del cementerio listo para ser trasladado a su sitio de entierro. Varías personas se acercaron a mí a darme el pésame y decirme que la vida sigue y que es bonita y muchas estupideces más que la gente no sabe qué decir en un momento como éste. ¡Qué hipócritas que son! La mayoría de las personas que estaban allí odiaban a Adam por su estilo de vida. Seguramente decidieron venir por puro compromiso con los padres de mi amado o hasta puedo imaginarme que algunos sólo asistieron a la ceremonia para regodearse de que un cerdo como él se estuviese pudriendo dentro de una caja de madera. Una joven chica, de unos veintitantos años había asistido al entierro vestida de rojo y con tenis fluorescentes. Me dio la impresión de que, para ella, esa ceremonia era como cualquier otra; como una fiesta o como la mismísima navidad celebrada el veinticinco de diciembre. Yo contemplé el féretro que aguardaba afablemente en el centro de toda una muchedumbre inútil que se enjugaba falsamente las lágrimas que brotaban de sus rostros, que seguramente, eran lágrimas de alegría. Yo seguí allí…destruida. Sin fuerzas. El pañuelo estaba empapado en lágrimas así que me limité a enjugarme las lágrimas con las mangas de la camisa negra que vestía para la ocasión.
A continuación, se aproximaron cuatro hombres corpulentos y levantaron el pesado féretro para trasladarlo directo a la tierra. El gentío marchaba a paso veloz cuchicheando quién sabe qué y yo seguí a mi prometido por detrás del ataúd. Cuando llegamos al panteón, allí aguardaba un sacerdote con una sotana negra. Era un sacerdote anciano y su rostro estaba todo curvado de arrugas. Desconozco por qué,  pero el semblante de ese sacerdote me transmitía un poco de paz. El cura rezó una plegaria en latín y luego concluyó con una bendición en inglés. Adam ya descansaba en paz. Su cuerpo yacía inerte bajo tierra pero yo seguí allí. Parada. Inmóvil. Todos se habían marchado para entonces, cuando se acercó a mí un niño descalzo con los zapatos cuyas suelas estaban desprendidas, su semblante estaba sucio y su ropa harapienta.

-Señorita, creo que va a llover- dijo el niño. Su voz era tan inocente que me dio mucha ternura.
    -¿Tú crees?- le pregunté yo incrédula. Hacía un día magnífico.
    -Eso creo- dudó el pequeño niño rascándose la cabeza.- Al menos eso fue lo que oí hoy en la radio, señorita.
Sonreí con ganas. Ese niño irradiaba un brillo de inocencia pura que nadie podría resistirse jamás a sonreírle a alguien así.
-Pues, que niño más curioso e interesante eres. Escuchas la radio. ¿Y qué más haces?
-Pues sólo eso. Le hago compañía a mi tío que vive un rancho pequeño por aquí cerca. Él no tiene trabajo así que ambos nos paramos en la entrada del cementerio y vendemos flores. Siempre lo acompaño y escucho la radio con él. Hoy le pedí que se quedara en nuestro ranchito. El pobre está muy anciano y quiero que descanse un poco.

Lo contemplé con dulzura. Sus ojos eran verdes claros y su cabello era amarillo como la arena, sólo que un poco enmarañado y mugriento

-¡Qué niño más dulce eres. ¿Cómo te llamas?- le pregunté
-Devon. Me llamo Devon.
    -Y además de tu tío, ¿vives con alguien más?
     - No, señorita. Sólo mi tío y yo.
     -  ¿Y tu mami y papi?

   - Pues…es una historia muy trágica, señorita. Mi papá murió unos meses antes de que yo naciera. Y mi mamá no quiso cargar conmigo así que me tuvo y me dejó a cargo de mi tío. Él es tan bueno que a pesar de que pasamos hambre, no cambiaría ese estilo de vida por ninguno mejor. Él es muy leal y yo quiero responderle de la misma manera, señorita.

    -Y lo eres, Devon.- le dije sonriendo.
   - ¿Puedo preguntarle algo?
   -Sin duda alguna, Devon. Pregúntame.
   -¿A quién acaba de perder?

     Me puse roja. Su pregunta me tomó por sorpresa.
-Mi esposo- respondí.

     En parte era cierto y en parte no.
-Lo lamento mucho, señorita- me dijo apesadumbrado.
-Muchas gracias, Devon. Eres muy noble, lo sabes.
    -¿Me aceptaría esto?

El niño había levantado una cesta repleta de flores de todos los colores de la que no me había percatado. Una lágrima más brotó de mis ojos.

   -Ay, Devon. Es que… no he traído dinero para….
   -No, señorita. No se la estoy cobrando.
   -¿Es para mí?- pregunté confusa.
  -En realidad es para que usted se la obsequie al ser que acaba de perder.

El acto del niño me había dejado sin palabras. No había nada más incómodo que un momento como ese. Una pérdida horrible y un pequeño angelito que anda divagando por las calles con hambre y frío.

-Ay, es que Devon… yo…
-Tómela. Es una rosa violeta. ¿Puede creerlo?
-No sabía que existiesen.
- Yo tampoco, señorita. Pero el mundo y la naturaleza nos sorprenden cada vez más. Ahora si me disculpa tengo que ir a trabajar. Que le vaya muy bien y, otra vez, lamento su pérdida.
-Muchas gracias, pequeño. Y buena suerte.

El niño se alejó a paso lento por uno de los pasillos del laberíntico cementerio.  Quedé atónita ante lo que acaba de pasar que, por otro lado, me enternecía mucho. Miré la rosa violeta y luego al agujero que había en un punto del cementerio en donde, en su profundidad, reposaba el ataúd de Adam.

      -Adiós, mi vida. Nunca te olvidaré.

Entonces besé la rosa violeta para luego lanzarla a la tumba  de mi prometido. PERO NO PUDE.
El aroma de aquella flor me embelesó e incluso me sentí mareada. Debía haberme golpeado con algo al caer que me desmayé o algo así. Pero ya no estaba más en el cementerio. Un lugar que no conocía se exhibía ante mí. Una especie de mundo que jamás se me hubiera ocurrido que existiera.
Estaba sentada sobre algo que no sabía cómo definir. Una especie de humo se esparcía por ese sitio en donde primaba un silencio sepulcral. 

   << yo tampoco te he olvidado, mi cielo>> susurró una voz.
-        ¡¿A...A...ADAM?!
<<¿Vienes conmigo?! >>
 A continuación me tendió una mano y sin vacilar me aferré a ella como si se me fuese a escapar otra vez.

                                                                             FIN

Narrativa Argentina 2013



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